Que España es un país de toreros es, como sabemos, un tópico
muy extendido a nivel internacional. Yo diría que más que de toreros, España es
un país de toros. Y no sólo por a la bravura de nuestro carácter, sino, y
fundamentalmente, por la facilidad con la que respondemos a la provocación.
Gozamos del lujo de vivir en una Democracia. Democracia que
España ha conquistado, mimado y desarrollado de una manera ejemplar; Democracia
que todo español, no lo dudo, defendería con uñas y dientes.
La pluralidad de medios de comunicación es un síntoma de
buena salud de la Libertad de Expresión y por ende, de la Democracia. Y somos
conscientes de que para preservar éstas no basta con garantizar aquella; es
necesario igualmente evitar que los grandes grupos de presión, sean políticos,
económicos o religiosos, controlen el ideario, la agenda o el contenido de los
medios.
Pero la salud de la Democracia conjugada con la Libertad de
Expresión necesita de algo más. El “cuarto poder”, como eslabón entre los
acontecimientos y la ciudadanía, debe ser meticuloso al proponer los temas de
debate, las noticias de portada, los editoriales o los comentarios. Y más aún
conociendo, por un lado, la cantidad de intereses privados en juego, y por otro,
la reactividad de la sociedad española ante la provocación.
He escogido a conciencia el término “provocación”, y no “manipulación”,
como muchos utilizarían. Estoy convencido de que nuestra sociedad no es
fácilmente manipulable. Pero como ya apunté con anterioridad, somos un país de
toros. Y esta sangre hispana que corre por nuestras venas nos hace desviar la
atención hacia lo secundario sin entrar a valorar lo realmente importante, si
nos “pinchan” adecuadamente. La Libertad de Expresión pues, se convierte en el
concepto manipulado, hasta ser transformado de “sagrado” en “sagrado a gusto
del consumidor”.
Estas últimas semanas nos encontramos ante una actualidad
presidida por la resolución del caso “faisán”, la votación de la censura de los
informativos en TVE, la modificación del artículo 135 de la Constitución, la
visita del papa, el 15 M, el Impuesto sobre el Patrimonio, la inmersión
lingüística en Cataluña, las reivindicaciones de los presos de ETA, el aumento
de horas lectivas de los profesores, la crisis del Real Madrid… podríamos dar
muchos ejemplos que hacen correr ríos de tinta, palabras en las ondas, e
imágenes en televisión. No pongo en duda que estos asuntos tengan una
importancia relativa, pero ésta se maximiza desproporcionadamente, actuando
como droga de diseño colectiva.
Lo que debería concentrar todos los esfuerzos de nuestra
sociedad es la lucha contra la anunciada recaída en la crisis económica mundial,
que llegará a nuestro país antes incluso de que comencemos a repuntar de la
primera. ¿Cómo va a evolucionar nuestro cómputo de parados ? ¿ Qué ocurrirá con
nuestro tejido empresarial, el crédito y la banca ? ¿Cuál será nuestra posición
en Europa ? Nuestro país está hecho trizas y nuestro asidero europeo al borde
del precipicio. La realidad es que el futuro de España, estar en el pelotón de
cabeza o pasar a ser una sombra de
primer mundo, se decide en las próximas semanas. La realidad es que la incertidumbre sobre la cobertura social
de “papá Estado” comienza a vislumbrarse más como amenaza que como promesa.
Y cada vez que un nuevo “Trending Topic” aparece en los
medios, actuamos como el toro ante
el trapo rojo. Olvidamos nuestra esencia, nuestra situación, el peligro, lo
importante. Nos echamos todos a lo primero que se nos ofrece: Carnaza pasional
para una sociedad abatida
Me siento orgulloso de ser español, con los defectos y sobre
todo, las virtudes que ello conlleva. Creo en nuestra sociedad, y defiendo la
idea de esperanza como crédito para apostar por un caballo perdedor; podemos
conseguirlo. Pero es necesario que aquellos que se ocupan en manipular a
quienes desvían nuestra atención, y por supuesto, estos últimos, reflexionen y
utilicen todos sus medios en centrarse y centrarnos a todos en lo importante: en
unir nuestros esfuerzos, en sofocar o al menos retrasar los intereses
individuales, corporativos o nacionalistas, y en buscar soluciones a nuestros
problemas para construir el futuro.
España no necesita buenos políticos. Necesita un buen
estadista y un equipo de gestores y profesionales, esto es, como decía
Churchill, “alguien que piense en las próximas generaciones, y no en las
próximas elecciones”. Un equipo de profesionales comprometido y de alto nivel.
Técnicos con buena pluma, mano izquierda y puño de hierro, que desplacen toda
sombra de corrupción, amiguismo, e incompetencia del imaginario nacional. Y
España necesita que el “cuarto poder” también tome su parte de responsabilidad
dándole al César lo que es del César, y al ciudadano lo que merece el
ciudadano.
F. Medina
Verdades como puños que se topan con la realidad de que "unir esfuerzos" no está en las prioridades de ninguno de nuestros mediocres políticos, sino enfrentarnos y distraernos. ENHORABUENA, te sigo con muchísimo interés ;)
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