lunes, 21 de noviembre de 2011

El gran tabú de la Democracia



Hoy, 21 de Noviembre, es día de análisis. Todos los medios de comunicación, las redes sociales y los ciudadanos de a pie consagran sus titulares, tertulias, “trending topics” y conversaciones de bar a las Elecciones Generales, sea por los resultados, por la reacción de los líderes españoles y extranjeros, o por la reacción de la Bolsa y los mercados.

La hecatombe del PSOE y la soledad de su candidato; la victoria abrumadora del PP y las primeras declaraciones “ad presidentem”  de Don Mariano Rajoy; la escalada de IU y de UPyD; la supremacía de las formaciones nacionalistas de País Vasco y Cataluña en sus respectivos territorios. En suma, la diversificación de la minoría del arco parlamentario a costa de la sangría del partido hasta ahora en el poder, han marcado una noche electoral apasionante y una mañana de resaca en la que más que nunca el protagonismo lo acaparan polémicos y acalorados debates. No deja de ser curioso, teniendo en cuenta la discreta participación electoral en una jornada sumamente trascendental para el futuro de España como país, y si me apuran, de Europa.

Salvo el gran resultado de Amaiur y la ausencia del esperado anuncio de la retirada de la vida política por parte del candidato socialista, nada me ha causado especial sorpresa: Ni los resultados de ayer, ni los comentarios de hoy. Pero yo destacaría ciertas reacciones, como la de algún partido político apuntando que se va a hacer oír en la calle, o la de algunas formaciones nacionalistas que ya piden elecciones anticipadas en sus respectivos territorios. No falta tampoco quien se rebela airadamente contra el sistema de recuento de votos y de adjudicación de escaños.

Estos tres ejemplos vuelven a poner de manifiesto, por un lado el riesgo que corren la imagen y dignidad de nuestra Democracia, y por otro y nuevamente, el afán de desintegración y división que una parte de nuestro espectro político parece empeñado en manifestar desde dentro de las instituciones democráticas. En suma, este tipo de gestos vuelven a sembrar dudas sobre la credibilidad o la confianza interna de España como país.

Y es que aunque haya quien no lo quiera aceptar, los españoles somos más inteligentes de lo que se propongan hacernos creer. El voto nacionalista en unas Elecciones Generales, otorgado para sentirse representado a nivel central, no es necesariamente sinónimo de separatismo, y el ciudadano (por supuesto también el político) lo sabe.

De la misma manera, quien menos de veinticuatro horas después de un éxito electoral comienza a proclamar declaraciones de intenciones sobre la organización de movilizaciones populares no comprende en absoluto el juego democrático y el valor de las instituciones.

Y por supuesto, la Ley D’Hont puede ser discutible, y discutida. Pero a sensu contrario, ¿es más justo conceder la primacía a la decisión en las mayores concentraciones ciudadanas, jugando a la adjudicación de escaños en función de la mayoría numérica absoluta? ¿Qué pensarían los ciudadanos de Teruel, Guadalajara o Lugo, por no decir de las Comunidades Históricas en su conjunto, si una intensa campaña en las grandes ciudades por parte de uno o varios partidos políticos les dejara sin capacidad de decisión?

Se está prostituyendo el concepto de Democracia en España, y eso es algo muy peligroso. El pueblo concede el mandato mediante su voto. Eso es Democracia. Pero todos sabemos que la Democracia se ejerce en aras de algo que ayer, para mi consuelo, quiso dejar muy claro quien será el próximo Presidente del Gobierno: El interés general. Yo no encuentro muchos ejemplos de decisiones pactadas en Gobiernos sin mayoría absoluta que se realicen teniendo como objetivo el interés general. Más bien las negociaciones dan como resultado bien un bloqueo parlamentario, un retraso, o un acuerdo que no satisface plenamente a nadie; ¿eso es Democracia? Respóndanse ustedes mismos.

En una comunidad política organizada como nación se espera que alguien tome decisiones. Para eso el pueblo en un sistema democrático otorga un mandato a alguien que será investido de la responsabilidad de gobernar con arreglo a unos principios y un programa. Alguien que tendrá como contrapeso diferentes alternativas que contribuirán al desarrollo y control del ejercicio de ese poder, y que se harán escuchar. Eso para mí sí es Democracia. Y la grandeza de la Democracia es que el mandato otorgado no es eterno, sino revisable cada 4 años.

En la práctica, siendo gallego no espero que mi voto en unas elecciones generales mire solo hacia Galicia, sino al interés general de España. Si voto a una formación nacionalista es para que mi voz como gallego se escuche, pero no para cercenar el ejercicio del Gobierno esperando que las decisiones generales miren sólo hacia Galicia. Eso no sería ni solidario, ni Democrático. Así que no prostituyamos los conceptos.

En suma, no se debe ceder ante un tabú que impida hablar alto y claro sobre el interés general como objetivo de la Democracia en unas Elecciones Generales. Los intereses partidistas, territoriales o gremiales no tienen cabida aquí.

El balance de la jornada electoral y los resultados de la fiesta de la Democracia deben ser interpretados como positivos: Un partido político se proclama vencedor con una amplia mayoría. El líder de ese partido tiene las cualidades necesarias sobre el papel para afrontar el gran reto: Formación, experiencia política, profundo conocimiento de la situación a la que se tendrá que enfrentar, control de su Partido y espaldas anchas. Por otra parte, infunde una aceptable imagen en el exterior, lo que puede beneficiar a España en la era de las tecnocracias (no en vano ha sido tildado de Mariano el “comedido” o Mariano el “perseverante” en la prensa europea). Líder y Partido afrontan un complicado reto ante un escenario político altamente favorable: la amplia mayoría que le permitirá gobernar con arreglo a sus dictados, principios y programa. Sabe que será una legislatura de desgaste, y lo acepta.

Por otra parte, la apertura del arco parlamentario a múltiples formaciones de todos los signos también es positiva, porque el control será más efectivo, las opiniones más variadas y la información que llegará al ciudadano menos manipulada y más veraz.

Eso es Democracia: El pueblo otorga el mandato a uno, que ejercerá el Poder. Uno manda, no más, no se engañen. Los corrales de gallos no sirven para nada. Debe existir un jefe de la manada. Y el resto le controlan. No le condicionan. Y lo contrario no sería democracia.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo me siento prudentemente optimista.

Fernando Medina 

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