jueves, 11 de octubre de 2012

Comprender el cambio






En 1968, un sorprendente y moderado Eric Hobsbawm declaró ante los intelectuales más excelsos de la “Kings College Historical Society” que más que cambiar el mundo, quizá deberíamos poner la prioridad en intentar comprenderlo. En este 2012 apocalíptico no se dan las mismas condiciones que desembocaron en lo que ocurrió aquel mayo revolucionario, pero sí vivimos dos sensaciones coetáneas, de explosiva combinación: Indignación y desconcierto. La sociedad, indignada, busca un cambio sin comprender el escenario global en el que este ideal surge, y los dirigentes mundiales, desconcertados, intentan comprender el nuevo escenario global, tratando de evitar un cambio mayor. En esta gran crisis de occidente, la cual no debemos limitar a cifras, primas, mercados o agencias de calificación, todos los países, periféricos y centrales, ricos y pobres, acreedores y deudores, y sus respectivas sociedades, deberían poner el énfasis (y pido perdón a la memoria del desaparecido profesor Hobsbawm) no en un cambio o en su comprensión, sino en la aceptación del nuevo contexto mundial, y en la búsqueda de fórmulas políticas, económicas y sociales que conduzcan a una correcta y progresiva adaptación. El cambio ya se está produciendo: es acelerado e irreversible; y su comprensión se graba a fuego en nuestras mentes, por más que nos cueste aceptarlo. Si buscamos ruptura, revolución o continuamos en desacuerdo permanente, el efecto podría tener una denominación mucho más destructiva y, esta vez sí, de consecuencias incalculables. Quizá debiéramos concentrarnos en no hacer buenas las profecías mayas.


Fernando Medina 

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