Casi una semana después de las elecciones gallegas, aún analizamos los ecos del espejismo de una victoria “aplastante” de Núñez Feijóo. El flamante
niño bonito de Rajoy, emergente competidor de Gallardón a la sucesión de la
primacía conservadora en España, ha dado un balón de oxígeno al Presidente de todos los españoles para afrontar lo
que se avecina. Y es que el final de 2012, con rescate más que previsible, y todo el 2013, con los retos de
reducción de déficit público, de luces en la senda del
crecimiento, o de inicio en la creación de empleo, requieren una condición previa: Confianza. Rajoy necesita como agua de mayo un signo, sea de la clase que sea, de aval a su gestión.
Un respiro en medio de la tormenta. Y las elecciones gallegas se lo han proporcionado. Toda la maquinaria gubernamental se esfuerza en transformar la victoria del Partido Popular de Galicia en victoria de España y de
nuestro actual gobierno, aun sin ser real. Pero en Política no caben análisis emocionales. Al margen de la baja participación general en los comicios gallegos, de la pérdida de votos por parte de D. Alberto y su equipo (100.000 sufragios, especialmente
en las siete principales ciudades de Galicia), del descalabro de un PSOE que
deambula como alma en pena tras los pasos de la Santa Compaña, o del castigo nacionalista a unas siglas históricas en favor del carisma de
un histórico líder de pelo blanco, la realidad es que la explicación ni siquiera la proporciona una supuesta confianza social en la gestión de Núñez Feijóo, como podría interpretarse de la elección de un alcalde. Ha funcionado el voto del miedo y del hartazgo. No a o del nacionalismo, no a o
de la izquierda nacional. Miedo y hartazgo a y de los "multipartitos" y de lo que
conllevan: corrupción, luchas cainitas, intrigas palaciegas e incompetencia. La
sociedad gallega ha madurado. Y muestra a España que lo importante es que
alguien gestione, sea del color que sea, y si alguna responsabilidad se
tiene que exigir, que se exija a uno, que no se diluya entre los dedos de diferentes
clanes. No confundamos participación con Democracia.
Sólo puede mandar uno
Fernando Medina
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