viernes, 12 de octubre de 2012

Más y Malala




Hemos conocido estos días la triste historia de Malala Yousafzai, una joven pakistaní de 14 años que se convirtió en 2009 en icono nacional por su reivindicación del Derecho a la educación de las niñas en una región tribal donde el extremismo hace enormemente difícil, si no imposible, que una mujer pueda ir a la escuela. Como premio a su osadía, esta indefensa criatura recibió el pasado lunes un disparo en la cabeza. Hoy se debate entre la vida y la muerte. Sus agresores no sólo reivindicaron su acción, sino que la justificaron presentando a Malala como un vector peligroso que favorecería la introducción de la infecciosa cultura occidental y de su sistema coeducativo y laico en el sacrosanto valle de Swat. La historia de esta niña coraje nos puede parecer increíble, pero si extraemos algunas claves como mero ejercicio teórico, encontraremos alguna similitud más familiar: Interviene una cuestión de Derecho fundamental, como es el acceso a la educación en condiciones de igualdad y la elección del sistema de enseñanza. Y advertimos una reducción del programa educativo a la visión parcial de la realidad favorecida por totalitarios extremistas que se apoyan en “su” hecho diferencial, y que se erigen en dueños del sentir ciudadano incumpliendo las leyes establecidas. Salvando el tiempo, la distancia y nuestros condicionamientos culturales, los presupuestos son muy parejos a lo que viven nuestra querida España y nuestra querida Cataluña. Por eso, toda enérgica defensa del Derecho de los niños españoles a educarse en la lengua que quieran, y toda política contraria a la utilización del sistema educativo como herramienta de adoctrinamiento contará con mi máximo apoyo. Y todo ello en favor de una educación completa y real que permita a la juventud española conocer nuestro mundo como lo conoce todo el mundo civilizado. Si manifestarse a favor de ello se considera por algunos la gota que colma el vaso, que vean primero quién lo ha llenado y quién lo ha permitido. Y si eso se llama españolizar, Sr. Mas, españolicemos. 

Fernando Medina

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