Soy padre de familia, como muchos de mis lectores. Y como la
mayoría de ustedes, sufro directamente en mis carnes y en las de los míos el
dolor de una crisis que está causando efectos devastadores y una sangría sin
precedentes en nuestra credibilidad como país, en nuestros proyectos personales
a medio plazo y en los principios de construcción interna e internacional por
los que tanto tiempo llevamos luchando.
Durante esos adorables “noventa burbujeros” mi familia, como
casi todas, consumía más de lo que sería relativamente recomendable: seguros
privados, ropa de marca, buen coche, buen piso (por supuesto en propiedad… del
Banco, pero “regalado”), restaurante todos los fines de semana, vacaciones…
todo a bajo coste, e incluso con esas facilidades de financiación que me
permitían ahorrar por una parte, y pagar mis créditos con solvencia por otra.
2008: La crisis llegó, y con ella los recortes (sí, esos que
sólo 4 años después empezaron a ser aplicados por “papá Estado” tras el duro despertar de la fantasía de Alicia en el País de la Champions de nuestro Gobierno
precedente). Al principio no me lo creía, pero la realidad se impuso sin prisa
pero sin pausa, inexorablemente. Hoy Mi hija está en un colegio público y mi
familia no disfruta de la posibilidad de elegir entre sanidad pública o
privada; nos vestimos en el imperio Inditex o en las grandes superficies, el
coche pasó a mejor propietario, la vida social se reduce a invitar a los amigos a cenar
una tortilla en casa, y las últimas vacaciones ya no las recuerdo. Trabajo en
el extranjero y separado de mi familia. Mi único crédito vivo es el
estrictamente necesario, el hipotecario, y lo del ahorro… intento al menos mantener esa sana
costumbre aunque de manera simbólica.
Mi realidad es que para remontar este escenario, he tenido
que tomar decisiones. Y las decisiones pasan inicialmente por eliminar lo
superfluo, y posteriormente por renunciar temporalmente a la mínima calidad de
vida. En mi caso, vivir con los míos.
La diferencia entre el núcleo familiar y la gran familia que
es el Estado estriba en que ni mi mujer e hija, ni mis padres y hermanas, ni
nadie de mi entorno cercano optaríamos por salir a la calle a gritar con el pretendido argumento de que no
queremos ser obligados a apretarnos el cinturón (ni siquiera
temporalmente); entre mantener un nivel de vida o bienestar, como queramos llamarlo, por encima de nuestras posibilidades y tomar decisiones restrictivas, temporales y dolorosas, la segunda opción en estos momentos se presenta unánimemente incontestable; la primera
irresponsable. La sombra del populismo y la manipulación una vez más, por desgracia, es
alargada.
España gasta más de lo que ingresa. Esa es la realidad. Y lo
lleva haciendo mucho más tiempo del necesario. Cada vez somos menos creíbles y
nos financiamos más y más caro. Ya pedimos préstamos para pagar intereses de
deuda. Imagínense ustedes pidiendo préstamos para pagar parte de los intereses
que a su vez deben pagar por un préstamo que pidieron para irse de vacaciones.
Ridículo, ¿verdad?
Así que, pese a quien pese, al menos durante un tiempo,
debemos bajar nuestro nivel de vida. El superfluo, el institucional e incluso
el que durante tanto tiempo hemos considerado básico. Ya está más que
demostrado que ni las ayudas exteriores ni la financiación internacional o el
BCE nos ayudarán a crecer sino que la pendiente hacia el abismo será más y más pronunciada. Así que
debemos promover las condiciones para volver a ser competitivos. Y para ser
competitivos, antes que invertir hay que recuperar la autonomía para invertir.
Eso se hace a base de medidas internas, transitorias, y dolorosas.
No me cabe ninguna duda de que ese es el principio básico de
nuestros gobernantes. Nuestros modelos no deben ser ni (como dijo en una de sus
auténticas perlas nuestro ex Presidente J.L.Rodríguez Zapatero) Japón, ese
gigante de los 80 venido a menos en los noventa con una población envejecida y
un estancamiento económico fruto de una deuda externa creciente, ni EEUU, que
ya no tiene la preponderancia de hiperpotencia económica, militar y soñadora
de los 90, consecuencia igualmente de una deuda externa creciente e
insostenible, ni siquiera, la actual UE, ese monstruo institucional construido
a base de parches, acuerdos parciales, falta de dirección política única, y
gigante con pies de barro convertida en torre de babel.
Cristóbal Montoro ha sido meridianamente claro en su
planteamiento durante su intervención en el 15 congreso del PP en La Rioja: “la
reducción del déficit no nos la tiene que imponer nadie, somos un Gobierno
comprometido con el equilibrio y con la estabilidad presupuestaria". Una
vez se reduzca el déficit a base de estas medidas no programáticas sino
transitorias, se generarán las condiciones para invertir en competitividad,
servicios públicos y empleo.
Los efectos perversos de la globalización han llegado. Y nos
han pillado desprevenidos en la segunda mitad de la primera década del nuevo
siglo, por falta de Gobiernos preparados, y por comodidad. Otros gigantes
despiertan gracias a ella, y los clásicos (Japón, EEUU, o la UE son valores a la
baja). Debemos continuar en la senda del proyecto europeo,
pero para ello es necesario atravesar un camino de “Proteccionismo Liberal”. ¿A
alguien le queda la menor duda de que como no nos salvemos nosotros no nos
salva nadie?
Fernando Medina
estupendo diagnóstico, muy bien argumentado y escrito, de lo personal a lo general.Enhorabuena
ResponderEliminarsaludos blogueros
Un abrazo, José Antonio, y muchas gracias
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buen articulo
ResponderEliminarGracias, José Antonio.
EliminarMe gusta tu abstracción de lo personal a lo Estatal, pero hay algunas cosas que no comparto, ¿por qué los ciudadanos hemos de recibir recortes en servicios básicos mientras la endogamia política gana el sueldo mínimo de al menos 3 personas? Se supone que nosotros los elegimos a ellos, y que su deber es actuar por el bien de sus ciudadanos. Proyectos faraónicos producto de la burbuja que tu mencionas han de tener un responsable, y eso no se ha aclarado. Tu no puedes pagar tu casa y te la embarga el banco, el político listo que montó el negocio para colocar a sus "socios" a costa de la ruina de las arcas públicas sale indemne...
ResponderEliminarLlevas razón en que todos hemos de tomar conciencia de recortar, pero no somos "tontos", porque así es como nos hace sentir esta decrépita clase política.